Recuerdo constante de Dios
La oración es la vida del
corazón nuevo. Debe animarnos en todo. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que
es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la
tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como
“recuerdo de Dios”, un frecuente despertar la “memoria del corazón”: “Es
necesario acordarse de Dios más a menudo que respirar” (San Gregorio
Nacianceno). Pero no se puede orar “en todo tiempo” si no se ora, con particular
dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración
cristiana, en la intensidad y en la duración.
El Señor conduce a cada persona
por los camino que Él dispone y de la manera que Él quiere. Cada fiel, a su vez,
le responde según la determinación de su corazón y la expresiones personales de
su oración. No obstante, la tradición cristiana ha conservado tres expresiones
principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación y la oración
de contemplación. Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del
corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en
Presencia de Dios hace de estas tres expresiones tiempos fuertes de la vida de
oración.
(Fuente: Catecismo
de la Iglesia Católica n| 2697. 2699)
Contemplativos en la Misión
Existe un
frase extraordinaria, atribuible a san Francisco de Asís: “Predica siempre
el Evangelio; hazlo con palabras sólo si es necesario”. Mucho de lo que
nosotros hacemos como evangelizadores fluye de lo que somos. Esto significa que
nosotros debemos vivir una vida de comunión. Si nuestra tarea es ayudar a los
demás a distinguir los importantes momentos de comunión que hubo y hay en sus
vidas, entonces tenemos que estar atentos a la experiencia de genuina comunión
en nuestra propia vida. Esto requiere que el evangelizador sea
contemplativo.
Esta es una palabra que muchos
de nosotros asociamos más bien con los santos, los monjes o alguien parecido.
Pero yo la estoy usando en un sentido más básico. María, la madre de Jesús fue
contemplativa. Ella guardaba en su corazón todas las cosas maravillosas que le
sucedían. Nosotros tenemos que ser contemplativos del
mismo modo. Tenemos que estar atentos al movimiento de la gracia de Dios en
nuestras vidas, tenemos que movernos cada vez más concientes de nuestra propia
participación en la vida de comunión si queremos ayudar a los demás a caminar en
esa misma dirección.
(Fuente: “Ser
anuncio” Richard Gaillardetz)
No hay comentarios:
Publicar un comentario