Sobre la hermenéutica.
"Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por hombres y
a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo
que Él quiso comunicarnos, debe investigar con atención qué pretendieron
expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de
ellos.
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras
cosas hay que atender a los géneros literarios, puesto que la verdad se
propone y se expresa ya de maneras diversas en los textos de diverso género
históricos, proféticos, poéticos o en otras formas de hablar. Conviene además
que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el
hagiógrafo en cada circunstancia, según la condición de su tiempo y de su
cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender
rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que
atender cuidadosamente a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de
narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época
solían usarse en el trato mutuo de los hombres.
Y
como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla en el mismo
Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos
sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad
de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de
toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exegetas el
trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la
Sagrada Escritura, para que, como con un estudio previo, vaya madurando el
juicio de la Iglesia. Porque todo lo que se refiere a la interpretación de la
Sagrada Escritura está sometido en última instancia a la Iglesia, que
tiene el mandato y el ministerio divino de conservar e interpretar la palabra de
Dios.
En
la Escritura, pues, se manifiesta, salva siempre la verdad y la santidad de
Dios, la admirable condescendencia de la sabiduría eterna, “para que conozcamos
la inefable benignidad de Dios, y de cuánta adaptación de palabra ha usado
teniendo providencia y cuidado de nuestra naturaleza” (Crisóstomo, PG 53, 134).
Porque las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho
semejantes al habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno,
tomada la carne de la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres (DV 12-13).
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