JOVEN A TI TE DIGO LEVANTATE

JOVEN A TI TE DIGO LEVANTATE

jueves, 1 de noviembre de 2012

Jueves, 1 de noviembre de 2012


SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS, "una Homilía"







Cierta mañana de la Fiesta de Todos los Santos, una periodista llamó por teléfono a un cura de parroquia. Quería solicitarle algunos datos, en previsión de una intervención que le tocaba hacer por la radio, acerca del sentido de la fiesta que hoy celebramos, a la que ella llamaba, la Fiesta de los Difuntos. Esta periodista quedó desconcertada cuando el cura le explicó que, para los cristianos, la Fiesta de Todos los Santos no era la de los difuntos, sino la de los vivos para siempre.

La Fiesta de Todos los santos no es la fiesta de la tristeza, sino la de la dicha, de la vida; una de las grandes festividades de la esperanza, junto con Navidad, Pascua y Pentecostés.

Esta mañana, al invitarles a celebrar la felicidad de los Santos, quisiera recordarles que ser santo es ser dichoso. Esta es la santidad a la que Cristo nos llama, porque quiere que seamos felices y que lo seamos eternamente. . Ahora bien: ¿cómo llegar a ser santo, cómo andar en busca de esta felicidad en el mundo actual? ¿Cómo acoger a Dios en nuestras vidas, cuando, en nuestro alrededor, más y más personas, amigos y allegados, viven como si Dios no existiera o, al menos, como si hubiese perdido toda importancia?


Busquemos la respuesta en esta página de Evangelio que abre el sermón pronunciado por Jesús en la montaña.

Las Bienaventuranzas son una especie de retrato del hombre feliz, del hombre colmado, del hombre bendito. Por cierto, en primera instancia, este retrato no es el de Uds., ni el mío, ni siquiera el de todos los santos que celebramos hoy. El retrato que Mateo nos dibuja aquí, es el retrato del Santo por excelencia, del único verdaderamente santo, Jesucristo. En una de sus encíclicas, Juan Pablo II decía que las Bienaventuranzas son como el “autorretrato de Cristo”.

El pobre por excelencia es Él. Él, a pesar de ser dueño del cielo y de la tierra, ha sido obediente hasta la muerte, y la muerte en una cruz.
Él es el manso y humilde de corazón, el misericordioso, el de corazón puro, el pacífico, el que tiene hambre y sed de justicia, el que padece persecución.
Podríamos decir que, contemplando a Jesús, no hay más que una bienaventuranza, en la que se resumen todas las demás: ¡Dichosos los que los que aman, los que lo hacen verdaderamente, los que aman hasta el final. Estos serán colmados de felicidad.
En su estela, hay todos aquellos bienaventurados, los santos grandes y pequeños, los conocidos y los desconocidos, los reconocidos o ignorados, que pueblan nuestra historia. Los santos anónimos, los que no están registrados y cuyo secreto amor sólo es conocido por Dios. Por ejemplo, acaso tal abuelo o abuela que veló por nuestra infancia y que, más allá de la muerte, sigue cuidándonos.

Los santos no son ídolos, sino modelos; son hombres y mujeres que, de una u otra forma, supieron encontrar el tiempo para contemplar a Aquél cuyo retrato resaltan las Bienaventuranzas: Jesucristo. Ellos lo tomaron como modelo y se dejaron moldear por Él. De ahí que, a través de ellos, podamos identificar la huella de la dicha divina, de ésa que Dios nos invita a compartir.

Claro está que esa dicha que Dios nos promete, requiere ciertas condiciones, especialmente una que, desgraciadamente, hoy no está muy de moda: el amor al silencio. El silencio no es una consigna ni una disciplina que uno se impone. El silencio es alguien a quien se mira, en quien se vive. Es imposible descubrir la proximidad de Dios en nuestra vida, si no aceptamos el silencio. Uno queda admirado, en los monasterios, por la densidad y calidad de ese silencio. ¡ Allí se tiene la impresión de que el silencio está personificado, que es una vivencia y que la liturgia surge como el himno del silencio!

Creo que si queremos preservar nuestro equilibrio, si queremos ser en el mundo fermento de una paz cristiana, tenemos que aprender – o volver a aprender – a amar el silencio. Si queremos ser felices, busquemos la felicidad junto a Aquél que es su fuente; hagamos tiempo para contemplar a Cristo, largamente, pacientemente. Dicha contemplación sólo puede realizarse en el silencio, el cual hace posible la oración.

¿Por qué la oración se nos ha hecho tan difícil? Porque vivimos asomados a un balcón, allí donde nos llega todo el bullicio de la ciudad y del mundo, allí donde no establecemos sino relaciones furtivas, de curiosidad.¡Cuántas veces no hemos estado tentados de decir: no sé rezar; ya no sé rezar!
Al respecto, permítanme que les relate este viejísimo cuento judío de un anciano que rezaba fervorosamente. El rabino, impresionado por la piedad del anciano, se le acerca, para tratar de comprender el secreto de su piedad. Y, sorpresa, se da cuenta de que el anciano estaba recitando el alfabeto. Entonces, con tono de reproche, le pregunta: “¿qué estás diciendo?”. A lo que el anciano contestó: “ya ves, rabí, yo soy pobre, no tengo mucha instrucción y no quiero disgustar a mi Creador. Por lo tanto, le ofrezco las letras del alfabeto, para que las use y él mismo componga la oración que le gustaría oir”.

¡Qué asombrosa oración aquella! ¡Y qué afortunado regalo para los días de cansancio y para los verdaderos momentos de abandono!

En esta Fiesta de Todos los Santos y en vísperas del Día de los Difuntos, mientras muchos de Uds. irán al cementerio para depositar una flor ante una tumba y rezar por un difunto, recuerden que Dios nos llama a la felicidad, a la auténtica felicidad. Recuerden que ésta nunca se nos da de inmediato; se fracciona en una multitud de alegrías provisionales y parciales. Debemos aprender a vivir con esas minúsculas alegrías.

Una de las claves de la felicidad consiste en hacer del tiempo un amigo. La paciencia, el arte de la espera, es una cualidad bíblica. Dejemos que el tiempo haga su obra, tan necesario para que todo fruto madure en nosotros.

Mons. André Dupuy Nuncio Apostólico
ante la Comunidad Europea

LO IMPORTANTE… 
Un escriba se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa. Tampoco a discutir con él. Su vida está fundamentada en leyes y normas que le indican cómo comportarse en cada momento. Sin embargo, en su corazón se ha despertado una pregunta: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" ¿Qué es lo más importante para acertar en la vida? 
 Jesús entiende muy bien lo que siente aquel hombre. Cuando en la religión se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la vida de manera sana. Algo de esto ocurría en ciertos sectores del judaísmo.
 Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente, le recuerda la oración que esa misma mañana han pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo la costumbre judía: "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón".
 El escriba está pensando en un Dios que tiene poder de mandar. Jesús le coloca ante un Dios cuya voz hemos de escuchar. Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras humanas.
Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida: "Amarás". En esta experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay teólogos ni moralistas. No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera. Sabemos que lo importante es amar.
 Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar "con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser". Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y confiada.
 Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado. Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a amar al Padre sin amar a sus hijos e hijas?
 No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿qué hay de verdad en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?                                       José Antonio Pagola

CONTEXTO
Hoy cambiamos de escenario. Jesús lleva ya unos días en Jerusalén. Ha realizado ya la purificación del templo; ha discutido con los jefes de los sacerdotes, maestros de la ley y ancianos sobre la autoridad de Jesús para hacer tales cosas; con los fariseos y herodianos sobre el pago del tributo al cesar; con los saduceos sobre la resurrección.
Tenemos que arrancar estas discusiones de los prejuicios con que las hemos interpretado hasta el presente. Las discusiones doctrinales eran muy frecuentes en aquella época y no presuponen hostilidad especial contra Jesús; más bien podrían indicar una valoración importante de la persona. El letrado que se acerca hoy a Jesús, no demuestra ninguna agresividad, sino interés por la opinión del Rabí.
EXPLICACIÓN
La pregunta tiene sentido, porque en la Torá, se contabilizaban 613 preceptos. Para muchos rabinos todos los mandamientos tenían la misma importancia, porque eran mandatos de Dios y había que cumplirlos solo por eso. Para otros el mandamiento más importante era el cumplimiento del Sábado. Para otros el amor a Dios era lo primero.

Aunque responde recitando la "shemá" (Dt 6,4-5), Jesús va a dar un salto muy importante en la interpretación, porque une ese texto, que hablaba sólo del amor a Dios, con otro que se encuentra en Lv 19,18, que habla del amor al prójimo. No solo los pone al mismo nivel, sino que termina haciendo de los dos mandamientos uno sólo.
El amor a Dios fue un salto de gigante sobre el temor al amo poderoso y dueño de todo. En el AT el amor a Dios era absoluto, el amor al prójimo relativo, "como a ti mismo". Para la inmensa mayoría de los letrados, el prójimo era el que pertenecía a su pueblo y raza. Según la Torá, era perfectamente compatible un amor a Dios y un desprecio absoluto no solo a los extranjeros sino también a amplios sectores de su propia sociedad judía. En Lucas preguntan a Jesús ¿quién es mi prójimo? y contestó con la parábola del buen Samaritano.
La palabra mandamiento tiene un significado distinto cuando la aplicamos a Dios. Dios no manda nada. Dios, al crear, pone en la criatura el plano, la hoja de ruta por la que tiene que transitar para llegar a su plenitud. Dios no tiene ningún deseo añadido para nosotros. Su "voluntad" es la más alta posibilidad de la criatura, no algo añadido desde fuera después de haberla creado.
En Juan encontraremos repetidas veces: "Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado". Jesús no dice que ames al prójimo como a ti mismo, sino que ames a los demás como él te ha amado a ti. El cambio es radical. La inmensa mayoría de los cristianos, no se han dado cuenta de esta novedad. Dios no es solo un ser al que puedo amar, sino el AMOR con el que debo amar.
Dios es ágape, don absoluto, infinito y total. Ese amor se manifestó en Jesús. Es puro don, pura gracia que se nos da y nos capacita para amar con ese Amor. En realidad es el único amor. Juan dice: "El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó". Esa realidad es el fundamento de toda vida espiritual. Es la misma esencia de Dios en la base de nuestra propia existencia. En Dios todo es UNO.
Nuestro amor cristiano sería "caritas", la síntesis del eros humano y el agape divino en una manera concreta y singular de acción relacional con los demás. Se trata de una posibilidad específicamente humana. Por eso desarrollar esa capacidad es crecer en humanidad.
APLICACIÓN
Hablar con propiedad de Dios-Amor-Unidad, es imposible. Nuestro lenguaje está hecho para expresar las realidades sensibles. Al emplearlo para hablar de lo divino se convierte en apunte que pretende ir más allá de lo que puede expresar. Antes de llegar a Dios con nuestros conceptos hemos tocado techo. La única manera de trascender el lenguaje, es la vivencia. Solo la intuición nos puede llevar más allá de todo discurso.
El AMOR es la punta de lanza de la evolución. En realidad, el camino hacia el amor empezó en las primeras millonésimas de segundo después del Big-Bang; cuando las partículas primigenias se unieron para formar unidades superiores. Esta tendencia de la materia, lleva en sí la posibilidad de perfección casi infinita. La aparición de la vida fue un gran salto hacia esa capacidad de unidad. La vida consigue unificar billones de células.
Llegada la inteligencia, el ser humano está capacitado para una unidad que no es la del egoísmo individual. Un conocimiento más profundo y la voluntad, hacen posible una nueva forma de acercamiento entre seres que pueden llegar a un grado increíble de unidad, aunque no sea física. Descubierta esa unidad, surge lo específicamente humano. Esta capacidad de salir de la individualidad e identificarme con el otro, es lo que llamamos amor.
Este amor es consecuencia de un conocimiento, pero no racional. Este amor solo llegará después de haber experimentado la presencia en nosotros del Amor que es Dios. Lo mismo que llamamos vida a la fuerza que mantiene unidas a todas las células de un viviente, podemos llamar AMOR a la energía que mantiene unidos a todos los seres de la creación. Si descubro que la base de todo ser es lo divino, descubriré la "razón" del verdadero amor.
Todos los místicos de todas las religiones, de todos los tiempos nos hablan de la indecible felicidad de sentirse uno con el Todo. Esa sensación de integración total es la máxima experiencia que puede tener un ser humano. Una vez llegado a ese estado, el ser humano no tiene nada que esperar. Fijaros hasta qué punto demostramos nuestro despiste, cuando seguimos llamando "buen cristiano" al que va a misa, se confiesa, comulga...
No debo comerme el coco tratando de averiguar si amo a Dios. Lo que tengo que examinar es hasta qué punto estoy dispuesto a darme a los demás. Solo eso cuenta a la hora de la verdad. El amor teórico, el amor que no se manifiesta en obras y actitudes concretas, es una falacia. Ya lo decía Juan en su primera carta: Si alguno dice que ama a Dios y no ama a su prójimo, es un embustero y la verdad no está en él.

jueves, 18 de octubre de 2012

Recuerdo constante de Dios


 
La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como “recuerdo de Dios”, un frecuente despertar la “memoria del corazón”: “Es necesario acordarse de Dios más a menudo que respirar” (San Gregorio Nacianceno). Pero no se puede orar “en todo tiempo” si no se ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración cristiana, en la intensidad y en la duración.

El Señor conduce a cada persona por los camino que Él dispone y de la manera que Él quiere. Cada fiel, a su vez, le responde según la determinación de su corazón y la expresiones personales de su oración. No obstante, la tradición cristiana ha conservado tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación y la oración de contemplación. Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en Presencia de Dios hace de estas tres expresiones tiempos fuertes de la vida de oración.
(Fuente: Catecismo de la Iglesia Católica n| 2697. 2699)


Contemplativos en la Misión

 
Existe un frase extraordinaria, atribuible a san Francisco de Asís: “Predica siempre el Evangelio; hazlo con palabras sólo si es necesario”. Mucho de lo que nosotros hacemos como evangelizadores fluye de lo que somos. Esto significa que nosotros debemos vivir una vida de comunión. Si nuestra tarea es ayudar a los demás a distinguir los importantes momentos de comunión que hubo y hay en sus vidas, entonces tenemos que estar atentos a la experiencia de genuina comunión en nuestra propia vida. Esto requiere que el evangelizador sea contemplativo.

Esta es una palabra que muchos de nosotros asociamos más bien con los santos, los monjes o alguien parecido. Pero yo la estoy usando en un sentido más básico. María, la madre de Jesús fue contemplativa. Ella guardaba en su corazón todas las cosas maravillosas que le
sucedían. Nosotros tenemos que ser contemplativos del mismo modo. Tenemos que estar atentos al movimiento de la gracia de Dios en nuestras vidas, tenemos que movernos cada vez más concientes de nuestra propia participación en la vida de comunión si queremos ayudar a los demás a caminar en esa misma dirección.

(Fuente: “Ser anuncio” Richard Gaillardetz)

¡Jóvenes, que se sepa que son católicos!

 
Jóvenes, tengan el coraje de decir que van a misa el domingo, porque tienen fe; que se confiesan, porque creen en el perdón de los pecados; que estudian, porque quieren superarse…
Pónganse los anteojos de la fe. Tengan un poco más de fe en Dios, para que puedan ver que este mundo es lindo, alegre y entretenido. Los animo a descubrir ese otro mundo en donde haya más estudio, más deporte, más amistad, y en donde se traten entre ustedes con franqueza
La amistad es de a dos, si abro mi corazón para contarte algo, espero que tú también hagas lo mismo. Cuando hay dos corazones que se comunican surge la amistad. Y te animo a que promuevas en primer lugar la amistad con Jesús, Él no te va a fallar, abre tu corazón y cuéntale lo que quieras, y luego guardas silencio para escuchar la respuesta. De esa amistad saldrá una persona libre, buena, optimista y valiente.

No estén pendientes del sacerdote. Ustedes tengan la iniciativa de formar grupos de voluntariado. Vayan a visitar a gente enferma, a niños que están abandonados, organícense para hacer algún concurso de coros o un campeonato deportivo. Fomenten esa amistad, que tiene que ver mucho con un corazón limpio

EL PAPA Y LOS JÓVENES
El Papa reza por ustedes. Para que te des cuenta que la oración es muy importante. Tal vez no se dan cuenta, pero el Papa y el obispo rezan por ustedes. Porque al estar aquí con ustedes quiero fomentar esa amistad, para tratar de conocerlos, de comprenderlos y de que ustedes me conozcan. El asunto está en que ustedes agarren la bandera y digan: vamos a ser parte de la Iglesia.
Que se sepa que son católicos, no lo disimulen. El Papa le pide a la juventud de hoy que vivan limpios, que forjen buenos hogares. Y el Santo Padre también les dice a los jóvenes que necesitamos sacerdotes y religiosas.

ENEMIGOS DE LA JUVENTUD
A ustedes les ha tocado una época complicada, porque en el mundo de hoy hay enemigos de la juventud. Ustedes creen que son libres, pero no lo son, porque en el mundo hay fuerzas grandes que llevan droga, pornografía y sexo a todos los jóvenes.
Traten de ser libres. No se corrompan. Quiero que sean felices, que formen un buen hogar. No quiero que el día de mañana ninguna de ustedes tenga un aborto, quiero ayudarlas para que eso no ocurra. Quiero que el día de mañana vayan a la universidad y puedan ser los futuros líderes del arte, del deporte, de la cultura, de la ingeniería, de la medicina.
Jesús será el que les explique mejor. El Señor, que es bueno, espera mucho de ustedes, no lo defrauden

(Cardenal Cipriani en Lima-Perú - Basado en aica.org)
 


 
 

sábado, 13 de octubre de 2012

Empezó el AÑO DE LA FE!!!

JOVENES ...Esta es una oportunidad para renovar y fortalecer nuestra vida de fe en cominión con toda la Iglesia.



Éste año será una ocasión propicia para que todos los fieles comprendan con mayor profundidad que el fundamento de la fe cristiana es “el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello un orientación decisiva”. Fundada en el encuentro con Jesucristo resucitado, la fe podrá ser redescubierta íntegramente y en todo su esplendor. También  en nuestros días la fe es un don que hay que volver a descubrir, cultivar y testimoniar…
El comienzo del Año de la Fe coincide con el recuerdo agradecido de dos eventos que han marcado el rostros de la Iglesia de nuestros días: los cincuenta años pasados desde la apertura del Concilio Vaticano II por voluntad del Beato Juan XXIII (1 de octubre de 1962) y los veinte años desde la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, legado a la Iglesia por el Beato Juan Pablo II (11 de octubre de 1992).
(Fuente: “Nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe”)


PREGUNTAS CLAVE SOBRE EL AÑO DE LA FE

El próximo 11 de octubre iniciará el Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI. Pero, ¿qué es el Año de la Fe? ¿de qué se trata? ¿qué desea el Santo Padre? ¿qué se puede hacer? El boletín informativo de la Prelatura del Opus Dei difundió las respuestas a las preguntas más frecuentes que surgen a pocos días de que el Santo Padre lo de por oficialmente iniciado.

1. ¿Qué es el Año de la Fe?
El Año de la Fe "es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo" (Porta Fidei, 6).
 
2. ¿Cuándo inicia y termina?
Inicia el 11 de octubre de 2012 y terminará el 24 de noviembre de 2013.
 
3. ¿Por qué esas fechas?
El 11 de octubre coinciden dos aniversarios: el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el 20º aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. La clausura, el 24 de noviembre, será la solemnidad de Cristo Rey
4. ¿Por qué el Papa convocó este año?
"Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas". Por eso, el Papa invita a una "auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo". El objetivo principal de este año es que cada cristiano "pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo".
 
5. ¿Qué medios señaló el Santo Padre?
Como expuso en el Motu Proprio "Porta Fidei": Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo.
 
6. ¿Dónde tendrá lugar?
Como dijo Benedicto XVI, el alcance será universal. "Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo".
 
7. ¿Dónde encontrar indicaciones más precisas?
En una nota publicada por la Congregación para la doctrina de la fe. Ahí se propone, por ejemplo:
Alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro;
Organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.
Realizar simposios, congresos y reuniones que favorezcan el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica, y mantengan abierto el diálogo entre fe y razón.
Leer o releer los principales documentos del Concilio Vaticano II.
Meditar con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre.
Promover trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe.
Dar a conocer los santos de cada territorio, auténticos testigos de fe.
Fomentar el aprecio por el patrimonio artístico religioso.
Preparar y divulgar material de carácter apologético para ayudar a los fieles a resolver sus dudas.
Acontecimientos catequéticos para jóvenes que transmitan la belleza de la fe.
Acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.
Usar en los colegios el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
Organizar grupos de lectura del Catecismo y promover su difusión y venta.
 
8. ¿Qué documentos puedo leer por ahora?
El motu proprio de Benedicto XVI "Porta Fidei";
La nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe;
El Catecismo de la Iglesia Católica;
40 resúmenes sobre la fe cristiana.
9. ¿Dónde puedo obtener más información?
Visite el website www.annusfidei.va.+
(Fuente aica.org)

¿Crees? ¿Crees de verdad? ¿Crees con el corazón?

Debemos dejarnos embestir en plena cara por aquella pregunta respetuosa, pero directa de Jesús: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?", y por aquella aún más personal: "¿Crees?" ¿Crees de verdad? ¿Crees con todo tu corazón? San Pablo dice que "con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación" (Rom. 10,10). En el pasado, la profesión de la fe verdadera, es decir, el segundo momento de este proceso, ha tomado a veces tanta relevancia que ha dejado en las sombras aquel primer momento que es el más importante, y que tiene lugar en las profundidades más recónditas del corazón. "Es de la raíz del corazón que crece la fe", exclama San Agustín.
 
Se necesita derribar en nosotros los creyentes, y en nosotros, hombres de la Iglesia, la falsa persuasión de que ya se cree, de estar a punto en lo que se refiere a la fe. Necesitamos hacer nacer la duda --no se entiende sobre Jesús, sino sobre nosotros--, para entrar luego a la búsqueda de una fe más auténtica. ¡Quién sabe si no sería bueno, por un poco de tiempo, no querer demostrar nada a nadie, sino interiorizar la fe, redescubrir sus raíces en el corazón!
 
Jesús preguntó a Pedro tres veces: "¿Me amas? ". Sabía que la primera y la segunda vez, la respuesta llegó demasiado rápido como para ser verdadera. Por último, a la tercera vez, Pedro entendió. También la pregunta sobre la fe nos debe llegar así; por tres veces, con insistencia, hasta que nos demos cuenta y entremos en la verdad: "¿Tú crees?, ¿Tú crees? ¿Crees realmente? ". Tal vez al final responderemos: "No, Señor, yo realmente no creo con todo el corazón y con toda tu alma. ¡Aumenta mi fe!".
(Fuente:"San Atanasio y la fe en la divinidad de Cristo-Raniero Cantalamessa)
 

El amor del Señor  siempre esta a tu lado, es un amor que espera  a que abras la puerta de tu corazón…solo pide eso… que le permitas  transformar tu  vida.



 
EJEMPLO DE SANTIDAD  EN PLENA JUVENTUD
Una vida transformada en el  amor  como la de Santa Teresa del Niño Jesús., cuya fiesta celebramos el pasado 1 de octubre, pero vale la pena tenerla presente...
Ella nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.” El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoluta, con humildad sirviendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios.
Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días.
Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requirió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce.
Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oír nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reírnos de éstas, a disfrutarlas por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios.
Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo.
Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.
             Ella encontro su puesto en la Iglesia: SER EL AMOR...


viernes, 12 de octubre de 2012


Coméntenos las lecturas del Domingo 14 de Octubre
QUERIDOS JOVENES: La palabra de dios siempre nos trae un mensaje claro y preciso para cada momento de nuestra vida, solo atrévete a acercarte a los textos sagrados y dejando que toquen tu corazón y podrás constatando el cambio que sucede en ti a través de la acción que el espíritu de dios va haciendo en tu interior.

Sab 7,7-11: En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza.
Salmo responsorial 89: Sácianos de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Heb 4,12-13: La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón
Marcos 10,17-30: Vende lo que tienes y sígueme.


Tu que eres joven…
Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?". No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.
Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: "Todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme". El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.
El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.
La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.
Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos? ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?
Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.
                                                                                                                                                              José Antonio Pagola


EXPLICACIÓN

El llegar 'corriendo', indica gran interés y necesidad urgente. El joven era rico, Sin embargo no las tenía todas consigo. Sin duda, el rico esperaba de Jesús algún precepto aún más difícil que los de Moisés. Jesús no añade más preceptos sino una propuesta original. En vez de seguridades, confianza sin límites. En vez de cumplimiento de la Ley, seguimiento. Jesús sube a Jerusalén, a su muerte. Seguir a Jesús supone estar dispuesto al fracaso.

El 'arrodillarse', es un signo exagerado de respeto y admiración.

'Heredar vida definitiva'. En tiempo de Jesús, significaba garantizar una existencia feliz más allá de la muerte. El rico ya tenía garantizada la existencia feliz en el más acá. Lo que busca en Jesús, es asegurar la existencia para el más allá.

Los mandamientos que Jesús recuerda, son los de la segunda tabla, es decir los que se refieren al prójimo, no los que se refieren directamente a Dios. Esta enseñanza es exclusiva de Jesús. Para cualquier judío, los importantes eran los de la primera tabla.

'¿Por qué me llamas "bueno"?' En esta respuesta Jesús nos está diciendo dónde está la verdadera pobreza. Él se siente vacío de toda posesión. Sentirse vacío hasta de la propia pobreza, sentirse vacío de la misma bondad. Ni soy nada ni tengo nada, porque ni siquiera hay un sujeto (ego) capaz de ser o tener.

Es casi imposible no sentirse atrapado por las riquezas, pero es mucho más difícil superar el sentimiento de creerse superior. La peor soberbia es la de creerme bueno y con derechos ante Dios, que niego a los demás.

'Una cosa te falta: seguirme'. ¿Qué sutil diferencia quiere señalar Marcos, entre "heredar vida definitiva" y "seguir a Jesús"? Para 'heredar la vida', basta cumplir una Ley; para entrar en el Reino hay que preocuparse de los demás. Seguir a Jesús, es mucho más que el cumplimiento de unos mandamientos.

No se trata de ser mejor que los demás, sino de ser diferente. Mateo nos da una pista: "si quieres llegar hasta el final". Pero, ¿puede tener algún sentido emprender un camino para no llegar a la meta? La meta es la plenitud del hombre

¡Qué difícil será entrar en el Reino, al que pone su confianza en las riquezas! Las riquezas en sí ni son buenas ni son malas. ¡Qué más quisiera Dios que todos tuviésemos de todo! Las posesiones o el cumplimiento de la Ley para obtener seguridad, es lo que impide alcanzar una meta verdaderamente humana. El desenlace del encuentro es triste, pero el comentario que hace Jesús es aún más desolador.

'Entonces, ¿quién podrá "salvarse"?' Los discípulos siguen pensando que es imposible subsistir sin seguridades. No se refiere solamente a quién podrá salvarse en el más allá, como entendemos hoy la salvación, sino quién podrá mantener una vida verdaderamente humana, si se desprende de todo lo que tiene y no procura asegurarse el futuro. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, "para los hombres, imposible, no para Dios".

APLICACIÓN

Estamos ante uno de los textos más difíciles de comprender de todo el evangelio. Llevamos veinte siglos dando tumbos o hacia la demagogia barata o al espiritualismo estéril. Una vez más debemos advertir que no es posible una explicación racional, que no la tiene, sino de experiencia interior que nos lleve a una actitud como la de Jesús. Aunque es imposible explicar la enseñanza, vamos a intentar superar algunos malentendidos, que nos siguen impidiendo aceptar el verdadero mensaje.

Buscar la propia salvación individual aquí abajo o en el más allá, es la mejor señal de no haber superado el "ego". La meta última del hombre es la superación de todo ego (y por lo tanto de todo egoísmo). El objetivo último de todo ser humano es el amor al hombre, que exige una entrega incondicional al servicio de otro.

El apego a las riquezas nace siempre de un "ego"; mientras exista la preocupación por uno mismo, no puede alcanzarse la meta. El obstáculo no son las riquezas, sino la existencia de ese "ego" que me obliga a buscar seguridades, para el más acá o para el más allá.

Pensar que el rico está condenado y el pobre está salvado, es demagogia. El hecho de tener o no tener bienes materiales, no es lo significativo. Un pobre que no tiene nada, puede estar más apegado a los bienes que ambiciona, que el rico a lo que posee.

Tanto el pobre como el rico tendrán que dar un paso de gigante para entrar en la dinámica del evangelio. La única ventaja del pobre sería que, al cerrársele la puerta fácil de las seguridades materiales, se vería obligado a buscar la verdadera salida. A esto apuntan las bienaventuranzas.

Otra trampa frecuente, es creer que el evangelio propone la pobreza de espíritu. Según esta interpretación, no importa lo que hayas acumulado, con tal de que tengas "espíritu cristiano", lleves una vida "religiosa" y seas capaz de dar limosna y hacer "obras de caridad".

La Iglesia como institución, ha caído en esta trampa. Bajo el pretexto de tener para dárselo a los pobres, no le ha importado acumular ingentes riquezas. No basta que la Iglesia atienda a los pobres. La Iglesia tiene que renunciar a las seguridades, lo mismo que cada cristiano.

La tercera trampa es creer que el evangelio se refiere a las riquezas injustas. Una vez más tenemos que hacer la distinción entre lo legal y lo justo. Las leyes no solo permiten, sino que favorecen la acumulación de riquezas porque están hechas por los ricos.

No hay justificación posible para una situación en la que unos despilfarran sin miramiento y otros mueren literalmente de hambre. Nuestro mundo es radicalmente injusto. Ahora bien, los únicos que no tienen responsabilidad alguna en esta situación, son los pobres.

Por último, está la trampa de interpretar el evangelio como una oferta de cristianismo a dos velocidades. Para ello se habla de 'los consejos evangélicos' que serían un plus voluntario para los más decididos.

Esto ha hecho mucho daño a la inmensa mayoría de los cristianos, porque les ha dado motivos para pensar que lo que dice el evangelio de la riqueza no va con ellos. Ha hecho daño también a los que optan por la vida religiosa, porque les ha hecho creer que son los perfectos y por lo tanto con más derechos ante Dios, aunque en ningún caso hayan renunciado a las seguridades.

La propuesta de Jesús no conlleva ninguna renuncia. Si, al llevarla a la práctica, tenemos la sensación de perder algo, es que no hemos comprendido nada. No se trata de renunciar a nada sino de elegir el camino que me lleve a la plenitud que puedo alcanzar como ser humano.

Como seres limitados, elegir un camino lleva consigo el renunciar a ir en otras direcciones. En contra del sentir de la mayoría, el renunciar a tener más no es de tontos, sino de personas muy despiertas. La sabiduría consistiría en acertar en la elección.

La crisis que estamos padeciendo podría ayudarnos a tomar en serio el evangelio. El afán de acumular riquezas sin límite nos ha llevado a la situación actual. Hasta mediados del siglo pasado, la economía consistía en producir bienes o servicios que se vendían por un precio no siempre justo. Pero la perversión del capitalismo actual consiste en utilizar el dinero (casi siempre el de otros) para producir más dinero, sin producir ningún bien ni beneficio para nadie sino todo lo contrario. Ese dinero artificial sacado de la manga, es el que está controlando todo el organigrama económico que se deteriora cada día más.


Meditación-contemplación

Si quieres llegar hasta el final, una cosa te falta.
Pero, ¿de verdad quiero llegar hasta el final?
Y ¿qué sentido tiene emprender una carrera
si no tienes intención de llegar a la meta?
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Es ridículo pensar que Dios nos exige renunciar a algo.
No se trata de renunciar, sino de elegir bien.
Pero el secreto de toda buena elección es el conocimiento.
Tomar conciencia de lo que es mejor será el primer paso.
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Cuando queremos alcanzar dos metas a la vez,
el fracaso está asegurado
La plenitud de ser y las seguridades son incompatibles,
Nunca podremos armonizarlas.
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Fray Marcos                                                              
CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS - José Antonio Pagola
 el El jueves, 11 de octubre de 2012 a la(s) 8:45 ·